Con el ánimo, alegre y esperanzado, recordé este cuento que escribí en 1985, inspirado en la flamante madre, leído en las distintas salitas de Jardín de Infantes por las que pasaron mis hijos y celebrado por maestras y niños.
EL ARBOL DE MARTINA
Martina era una nena muy bonita y bastante pícara, que tenía cuatro años. Como todas las nenas de cuatro años, Martina se portaba, a veces bien, a veces mal. Por ejemplo, le gustaba bañarse sola en la ducha, y peinarse, y ponerse perfume como las chicas de la televisión…pero cuando Mamá quería cortarle las uñas, ¡ay!, Martina gritaba y lloraba como una marrana (o sea, una chanchita). Y no era nada si se trataba de las manos: el problema era con los pies. Hasta que un día, Mamá, cansada de esta chanchita, esteee, digo, de esta nena malcriada, decidió no cortarle más las uñas de los pies.
Como Martina vivía en una casa con un fondo muy grande, se pasaba el día jugando con tierra, con arena y con agua, a la sombra de un gran árbol llamado Palo Borracho. Una noche en que Martina tenía mucho sueño, Mamá la llevó a dormir, y cuando la estaba acostando vio que las uñas de sus dedos gordos ¡estaban llenas de tierra! Entonces pensó: “mañana tendré que cortarle las uñas a esta nena. Ahora no, porque la pobre tiene mucho sueño”. Y Martina se durmió muy contenta, después de haber mirado su libro de animalitos.
Y dormida, dormidita, soñó con el fondo de su casa y el Palo Borracho, que al mover sus ramas con el viento desprendía unas semillitas envueltas en un plumón, como los panaderos, y que volaban alto, alto y se iban muy lejos, a las casas de los vecinos.
A la mañana despertó, y como a veces se portaba tan, tan bien que se vestía solita, se levantó. Pero cuando fue a ponerse la zapatilla del pie derecho, vio una hojita verde, verde saliendo debajo de la uña del dedo gordo. ¡Tenía tanta tierra que le había brotado una plantita! Pero no le dijo nada a Mamá, y como ella estaba muy ocupada, se olvidó de cortarle las uñas.
Hasta que pasaron tantos días que la plantita creció…¡era un arbolito! Un Palo Borracho bebé. Cuando Mamá lo vio, se golpeó la frente y dijo:
-Hoy sin falta te corto las uñas.
-¡No, Mamá, no! - contestó Martina, y se puso a llorar y a gritar como una marrana. Y lloró tanto que sus lágrimas regaron el arbolito, y éste creció un poco más. Era ya tan alto como Martina.
Y así andaba Martina, caminando con su arbolito plantado en el dedo gordo del pie derecho.
Pero, cuando llegó el primer día de clase y Martina se fue con su guardapolvo azul y su bolsita roja, la pobre se llevó una gran desilusión: no pudo entrar por la puerta del Jardín, porque su árbol era tan alto que no pasaba. Martina lloró mucho. Mamá y la Señorita Meli la consolaron con muchos besos, y llamaron a Don Sixto, el jardinero, para que con mucho cuidado, separara el Palo Borracho del dedito.
Desde ese día, en la vereda del Jardín de la Señorita Meli, hay un hermoso Palo Borracho, y también Martina se deja cortar las uñas de los pies sin protestar. Ah, pero…¿saben una cosa? ¡Las flores del árbol de Martina tienen olor a queso…!
¡Cuánta ternura! Me sorprendes, Lau, amor mío, con algo que ya conozco.
ResponderEliminar¿Cómo es posible?
Quizás me pasa lo que a los niños que siempre se sorprenden con el cuento harto conocido.
"Me sorprendes, Laura" decía un mensaje tuyo de hace años... me alegra seguir sorprendiéndote, y que me sigas conmoviendo como ahora, con este comentario que me hizo lagrimear...Gracias, mi amor!
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