lunes, 23 de mayo de 2011

TRILOGÍA ERÓTICA

SEGUNDA OPORTUNIDAD (Abril)

Él dijo, contemplando a la mujer semidesnuda a la que en instantes conocería en el sentido bíblico: Este es un sueño que se me cumple. Hace mucho tiempo que espero este momento.
Se dieron el uno al otro, morosamente, con tropiezos, mas luego con destreza, se gozaron. Pero ella no creyó estar a la altura de los sueños de ese hombre, y temprano por la mañana lo abandonó. Se alejó de puntillas para no despertarlo, para evitar que la retuviera.

Cuando la volvió a encontrar, de nada valieron los ruegos. Dolido, no en su orgullo pero sí en su amor, no tuvo más remedio que aceptar. Ella ni siquiera pudo, ni quiso justificar su cobardía: se parapetó en un no sin razones.

Creyeron seguir siendo amigos. Cierto atravesado día de invierno, un teléfono que funcionaba mal los separó por cinco años. Dejaron de verse y cada uno siguió su camino, cruzándose con otros hombres ella, con otras mujeres él.

Otro día de un luminoso verano se reencontraron.
En su segunda primera noche de amor, él dijo:
Éste es un sueño que se me cumple. Hace mucho tiempo que espero este momento.
Ella agradeció íntimamente esta nueva oportunidad. Esta vez sí se sentía a la altura de sus sueños. Y se dedicaron a disfrutar.

  
 AMOR PATRIÓTICO (Mayo)

En el día de la Patria le hicimos un homenaje. Hicimos un amor patriótico, regional, artesanal. El hojaldre de las ropas se fue desgajando despaciosamente y quedaron las miguitas desparramadas por el suelo, por el sillón, por la mesa. Los dedos morosos formaron con unción el repulgue, rozando, apretando, hundiendo. Al calor de brasas de los abrazos, el amor se fue dorando. Y fue morder el relleno dulce, derritiéndose en la boca y saborear el almíbar, sorbiendo para no dejar escapar ni una pizca de dulzor, y la lengua buscando huecos en la masa, los dedos palpando, tentando.
El hambre se sació por un rato para volver a clavarse con avidez, pidiendo dulce y violentamente ser nuevamente apagado.
En el día de la Patria, nos hicimos el homenaje.




AMOR RELIGIOSO (Junio)

Por cada beso te bendije. Mientras tus dedos me buscaban y tu boca me encontraba, “yo te bendigo” eran las palabras que mentalmente te decía. Me sentí envuelta en un baño de bendiciones, emergí del agua bendita con que me bautizaste amándome.
Si Dios existe y es inconmensurable, está en nuestros cuerpos enredados, es el placer inagotable que nos transporta. Y si no existe, lo creamos a nuestra imagen y semejanza cada vez que hacemos, divinamente, el amor.
















lunes, 16 de mayo de 2011

AMENAZA DE FELICIDAD



- La única habitación libre en todo el hotel es la que tuve que alquilar: una con cama matrimonial...
Ella sonrió e hizo un gesto de fingida resignación.

 -...pero no te preocupes, porque para dividir la cama traje algo. No será un alfanje, como en el Oriente antiguo, pero si lo respetamos será útil- terminó la frase con un mohín divertido. La mujer inquirió con un leve arqueo de cejas.

- Una lapicera – aclaró él – dibujamos una línea en el medio, y cada uno duerme sin pasarse del límite.

Rieron los dos. El mozo se acercó y ordenaron el postre.

-  ¿Qué será de nosotros? – preguntó el hombre, como pensando en voz alta. Ella no contestó. Arduas luchas interiores le habían costado este primer encuentro que sería íntimo, peleas con sus miedos y sus prejuicios. Cuando admitió en su fuero interno que este hombre tan buen mozo y seductor la atraía incluso desde antes de conocerlo, comenzó a preguntarse qué ocurriría si llegaban a la instancia del acercamiento físico. Porque no era cuestión de entregarse a sentir libremente sin previo análisis: era necesario conflictuarse, adelantarse a los acontecimientos y temer el fracaso, y hasta ir más allá en el tiempo anticipando lo que por imperio de la lógica podría ocurrir: que él, más de veinte años mayor, muriese primero. Entonces el horror al sufrimiento la hacía desistir de todo intento de amor. Y sin embargo, subterráneamente, sin pedir permiso y desoyendo cerebrales especulaciones, los sentimientos seguían su impetuoso curso, hasta llevarla a este instante en que él se preguntaba - y le pedía tal vez una respuesta, a ella que estaba muerta de miedo pero decidida a no respetar la línea hecha con lapicera en la mitad de la cama -; no, ella no podía responder qué sería de los dos en un futuro. En cambio le sostuvo la mirada, firme, dulcemente.

Salieron a la calle y partieron en el auto hacia el parque. La siesta estaba soleada pero fría. Él detuvo el coche bajo la sombra de los jacarandáes. La mujer pensó que tal vez irían al Museo; descartó el Zoológico por considerarlo anacrónico y pueril. ¿ Darían un paseo a pie por los jardines, rodeos previos al abordaje del hotel? Le pareció de mal gusto que él intentara acercarse allí, dentro del auto y a plena luz del día. Era consciente de que con su aspecto de abuelo, sus canas y su calva no daría una buena imagen besándose con ella, que bien podía pasar por su hija. Pero luego se reprochó haber temido tal cosa: él no hubiera sido tan impertinente. Simplemente conversaron. Él le anunció que la dejaría en el hotel a fin de que se instalara cómodamente, y mientras tanto iría a visitar a un hermano a quien no veía desde hacía unos meses.

A mi regreso estarás desnuda esperándome en la cama – soltó luego con desenfado. Y aun agregó:

- Desnuda y feliz.

No cabían dudas de que era un personaje. Aquellas bromas eran muestra de una autoestima a toda prueba, o de temores disfrazados. Puso en marcha nuevamente el auto y partieron por esas diagonales arboladas que él conocía tan bien. La ciudad fue su residencia estudiantil; más tarde, durante el primer gobierno de Perón, comenzó a trabajar en alguna repartición pública de la que tuvo que irse por no obedecer la imposición del luto por Evita. La mujer escuchaba sus relatos con interés, y sacaba la cuenta de los años que faltaban para que ella naciera cuando él se recibió de abogado.

-Yo estuve de acuerdo con la obra del gobierno peronista en la primera época. Pero el duelo por decreto me pareció una aberración.

Luego pasaron por la casa que fue de Ricardo Balbín. A propósito él recordó cómo estuvo a punto de ir preso, cuando demandó a Onganía luego del golpe militar del ’66, por haber violado la Constitución. Tenía más de treinta años; ella, nueve. De haber vivido en el mismo lugar quizá se habrían cruzado en la calle un día cualquiera. Ella no podía dejar de imaginar el cuadro: tomada de la mano de su mamá, o de su papá, con esos zapatos abrochados al costado que se pelaban en la punta de tanto correr o arrastrarse por el suelo, pasando sin ver a un señor grande de traje y corbata con un maletín en la mano, que tampoco reparaba en esa mocosa insignificante. En esos años habría provocado escándalo una relación amorosa semejante: una criatura impúber y un señor maduro. ¡Qué loca es la vida, y los cambios que provoca el transcurrir del tiempo!

- ¿En qué piensas? – preguntó suavemente el hombre.
-   En nosotros – respondió ambiguamente ella. Con imprecisión entreveía, mirando hacia el futuro en su imaginación, a un anciano declinante, portador de cualquiera de las indignidades que conlleva la vejez: la pérdida de la memoria, la falta de control sobre ciertas funciones orgánicas, la adquisición de efluvios acres a través de la piel o el aliento. Recordó a su propio padre, dueño ya de tales síntomas y se vio a sí misma, en pleno climaterio, teniendo que hacerse cargo de otro viejo decrépito. Nuevamente acudieron los reproches a su mente. Una mezcla de enojo y lástima por su propia miseria.

Ya no creías que hubiera un “príncipe azul”, cuando él apareció. Pero, desgraciada, no podrás librarte del sufrimiento. Tu hombre es perfecto, pero no podrás vivir sin el temor de perderlo, porque por una ley natural es muy posible que él muera antes, con los más de veinte años que te aventaja en la vida. Así es que, perfecto y todo, se te puede morir. ¿Cuál es la alternativa? No afrontar el desafío de amarlo hoy, no animarte a ser feliz hoy, dejarlo ir. Una enorme estupidez, una cobardía imperdonable.
El precio de ser feliz hoy es tu posible sufrimiento futuro.

Al fin llegaron al hotel. Él se había registrado el día anterior; ella tuvo que hacerlo sintiendo las mal disimuladas miradas burlonas de los empleados. Pensarían esos estúpidos que el hombre era un tipo de plata, y ella, una aprovechadora. El cadete que los acompañó cargando los bolsos se mostró empalagosamente simpático, y recibió una propina generosa.
El hombre cerró la puerta con llave y como un buen anfitrión le mostró la pieza: un pequeño pasillo, el baño a la derecha; después, dos sillones mullidos alrededor de una mesita de vidrio; un televisor, detrás, el ventanal amplio desde el que se veía la catedral, y en el lado opuesto, la cama, ese ámbito donde quién sabe qué dulzuras, qué tensiones acaecerían un rato más tarde. Discreto y galante, con esa caballerosidad que a ella cautivaba dijo:

- Ponte cómoda, yo ya vengo. – y la besó. Ella lo rodeó con sus brazos.
- ¿Qué me vas a hacer? – preguntó él, fingiendo susto.
- Nada que no quieras – respondió la mujer.

Si él hubiera sido espontáneo, se habría quedado allí y habría probado qué cosas le hacía. Pero se desprendió del abrazo y salió. Al fin y al cabo, ahora o más tarde, sería.
Ella guardó su ropa, se desvistió, se dio un baño caliente y se metió en la cama. El silencio era perfecto para dormir. Apenas estaba conciliando el sueño cuando escuchó el ruido de la llave abriendo la puerta, y entonces el corazón se le desbocó. Ya no quedaba margen, él estaba de vuelta allí.

- No encontré a mi hermano. Saludé a mi cuñada y me vine.

Comenzó a cantar: "Strangers in the night", en inglés. Fue al baño. Ella lo oía y la ternura le iba ganando el corazón. Ese añorado bullicio de hombre contento que canta frente al espejo mientras se lava. Lo vio salir en calzoncillo, alto y delgado, blanco como un fantasma. Se disipó su vejez, el cuerpo erguido, las piernas firmes, fibrosas. Dejó prolijamente la ropa sobre una silla y vino a meterse en la cama, tiritando. Como si no hubiera hecho otra cosa en su vida se abrazó a ella, que estaba con una tibieza de horno entre las sábanas. De pronto la soltó y se incorporó de un respingo. Sentado metió la mano debajo de la almohada. Ella, desconcertada lo vio sacar un pijama con dibujos búlgaros, hacerlo un bollo con las dos manos y frotarlo hasta dejarlo completamente arrugado.

- Esto, para que crean que lo usé – explicó. 

Los dos rieron a carcajadas y el pijama voló lejos. Y fue el antiguo preludio, el juego eterno, el fuego eterno. ¿Treinta años de diferencia? Tal vez en los recuerdos, en las formas. Sólo un rato después la emoción, el masculino temor de fallar jugaron la mala pasada. No fue tan vulgar de intentar justificarse, ni mentir que nunca le ocurrió. Todavía bromeó:

- ¡Quel fracas! -

Por toda respuesta ella lo atrajo hacia su pecho y le acarició la cara, las orejas. Se durmieron como si ya llevaran años juntos. Al despertar ninguno de los dos intentó reiniciar el juego. Ella no quiso tomar la iniciativa para evitar que su compañero se sintiera presionado, pero no dejó de pensar que si hubiese sido un joven impetuoso habrían hecho el amor como se debe.
Salieron un rato más tarde. En el cine él la abrazó; con sus dedos le rozaba el seno, el cuello, la oreja. Prometía una noche de gran erotismo.
Cenaron en un bello lugar, íntimo y cálido, lleno de plantas y madera en el piso, en el techo, en las paredes. No dejaban de conversar y de reírse.

-  ¿Por qué no te conocí unos años antes? – preguntó él, y ella pensó que se dedicaba a hacer preguntas imposibles de responder. Unos años antes ambos estaban casados con otra persona. “¿Le habrá sido infiel a su mujer y por eso no tiene en cuenta que unos años antes esto habría sido imposible?”

Volvieron al hotel caminando, tomados del brazo. Él no paraba de contarle sus recuerdos de juventud en La Plata. Por suerte ella, a pesar de ser mucho menor, tenía memoria desde muy chiquitita y nada de lo que escuchaba le resultaba ajeno o falto de interés.
Retiraron su llave en la recepción del hotel. En el ascensor se besaron, y siguieron besándose al entrar en la habitación. Ella fue al baño. Cuando salió, él estaba sentado en uno de los sillones, en actitud distendida. La mujer se le acercó y se acurrucó sobre sus piernas, recostando la cabeza sobre su pecho.

-  Amenaza de felicidad – susurró el hombre, en ese estilo de hablar para sí que ella empezaba a conocer.

Lo que siguió no es necesario que sea contado.









lunes, 9 de mayo de 2011

LITERATURA ERÓTICA

Hace poco más de cuatro años tomé contacto con un grupo de lectura de la ciudad de Hurlingham, conformado por unas quince o veinte mujeres que se reúnen semanalmente a leer y comentar libros, y en ocasiones, invitan a los autores. Generalmente los encuentros se realizaban en la casa de alguna de las integrantes del grupo, quien se encargaba de preparar un té con algunas exquisiteces caseras como tortas, masitas, etc.
Otras veces se reunían en algún bar de Hurlingham, para solaz de los mozos y concurrentes, porque un grupo de mujeres de entre 55 y 80 años, bullicioso y alegre, señoras vestidas muy formalmente pero con cierto dejo de desfachatez en sus gestos, no deja de llamar la atención. Precisamente, en un bar ellas leyeron mi cuento "Preludio y Muerte de Apuro de Tristán e Isolda", ya publicado en este blog  y, según me contaron, el mozo que las atendía y otras personas resultaron divertidas y escandalizadas con su lectura pública. Luego participé de una de sus reuniones, en casa de Zulema, donde compartimos un té a la inglesa, algunas tomaron café, pero la variedad de cosas ricas era maravillosa, alrededor de una mesa preparada con primor, porque, aunque parezca mentira, ¡hay amas de casa todavía, y hasta disfrutan con serlo! Recibí muestras de cálido afecto, me regalaron un par de libros de los que dos de ellas eran autoras. También estuve presente en una charla que dio Juan Sasturain, y fui invitada a dar una por mi parte, acerca de Literatura Erótica. Luego de la exposición que transcribo más abajo hubo un divertido debate. 


Me han invitado a conversar sobre literatura erótica (y luego de la invitación, con cierta exageración tucumana) se me ha dado el título de "Experta" en el tema, lo que me causa mucha gracia, pero también me provoca un susto terrible, porque me veo obligada a cubrir ciertas expectativas creadas. Pero me gusta el desafío, porque me atrae la idea de reflexionar con un grupo de mujeres, experimentadas en la vida (todas) y algunas, también en las letras, sobre un género apasionante. Y hay mucho para desmenuzar.
Vengo de leer un ensayo filosófico de Fernando Savater, "La vida eterna", y confieso que cambiar de temática me viene muy bien, porque aquel libro habla, desde la visión de un ateo, que comparto, de la muerte y de lo que sucede después, en cambio, hablar de erotismo es conectarse con la vida. Thanatos y Eros, dos fuerzas antagónicas que rigen la vida humana. Eduardo Galeano tiene un breve y delicioso texto llamado "La pequeña muerte", de El Libro de los Abrazos: "No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos, nos nace."


Pero, si hay alguien que sabe conjugar a Thanatos y a Eros en su poesía, ese es el enorme poeta Francisco de Quevedo. ¿Quién no se ha estremecido con  “Amor constante más allá de la muerte?



Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
Nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán cenizas mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

He recurrido a trabajos de otros escritores a los que citaré. Anduve husmeando por Internet, y vi que no todo el mundo es tan escrupuloso, y que se acostumbra a robar muchas ideas, sin el menor pudor. Hasta se toman párrafos textuales de otros autores, sin mencionarlos. Pero aquí no nos interesa lo textual, sino lo "sexual"...o, mejor dicho, lo erótico. A propósito de esta distinción, voy a citar a Octavio Paz, de su ensayo "La Llama Doble, Amor y Erotismo": "La poesía nos hace tocar lo impalpable y escuchar la marea del silencio cubriendo un paisaje devastado por el insomnio... Los sentidos, sin perder sus poderes, se convierten en servidores de la imaginación y nos hacen oír lo inaudito y ver lo imperceptible. ¿No es esto, por lo demás, lo que ocurre en el sueño y en el encuentro erótico? Lo mismo al soñar que en el acoplamiento, abrazamos fantasmas. Nuestra pareja tiene cuerpo, rostro y nombre, pero su realidad real, precisamente en el momento más intenso del abrazo, se dispersa en una cascada de sensaciones que, a su vez, se disipan" Y sigue Paz: "La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y que la segunda es una erótica verbal. Ambos están constituidos por una oposición complementaria. El lenguaje –sonido que emite sentidos, trazo material que denota ideas incorpóreas- es capaz de dar nombre a lo más fugitivo y evanescente: la sensación; a su vez, el erotismo no es mera sexualidad animal: es ceremonia, representación. El erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora. El agente que mueve lo mismo al acto erótico que al poético es la imaginación. Es la potencia que transfigura al sexo en ceremonia y rito, al lenguaje en ritmo y metáfora. La imagen poética es abrazo de realidades opuestas y la rima es cópula de sonidos; la poesía erotiza al lenguaje y al mundo porque ella misma, en su modo de operación, es ya erotismo. Y del mismo modo: el erotismo es una metáfora de la sexualidad animal. ¿Qué dice esa metáfora? Como todas las metáforas, designa algo que está más allá de la realidad que la origina, algo nuevo y distinto de los términos que la componen. Si Góngora dice púrpura nevada, inventa o descubre una realidad que, aunque hecha de ambas, no es sangre ni nieve. Lo mismo sucede con el erotismo: dice o, más bien: es, algo diferente a la mera sexualidad." Y luego continúa: " El erotismo es sexo en acción, pero ya sea porque la desvía o la niega, suspende la finalidad de la función sexual. En la sexualidad, el placer sirve a la procreación; en los rituales eróticos el placer es un fin en sí mismo o tiene fines distintos a la reproducción" ... "En suma, la metáfora sexual, a través de sus infinitas variaciones dice siempre reproducción; la metáfora erótica, indiferente a la perpetuación de la vida, pone entre paréntesis a la reproducción."

Si bien yo no estoy de acuerdo con diferenciar literatura femenina del resto de la literatura, creo que en lo que respecta al erotismo, las mujeres tenemos una manera diferente a la de los hombres, de expresarnos, tanto al escribir como también una sensibilidad diferente al leer literatura erótica. Sin embargo, vale una reflexión, que pertenece a una directora francesa de cine, Catherine Breillat, quien ha filmado películas eróticas. Ella dice "El amor es un ideal, y no se alcanza nunca. En cuanto al sexo, si uno logra liberarse de su propia censura, ¿qué es la obscenidad? Si no existe una mirada degradante de uno mismo, la pornografía no existe"
Van apareciendo los primeros elementos de la polémica: Erotismo, pornografía, autocensura. La escritora argentina Alicia Steimberg dice que "escribir literatura erótica, es decir, una literatura que apela a la sensualidad, la provoca, la excita, es un acto masturbatorio para el que la escribe y para el que la lee, y probablemente es por eso, y no por lo que describe, que le da un poco de vergüenza al autor y al lector"
Creo que el motivo de esta reunión surgió a partir de la lectura de algunos cuentos publicados en Oestiario; Gladys me pidió opinión acerca de ellos y yo me explayé respecto de cierta pobreza literaria, y excesiva chabacanería que me pareció antiestética. Pero, ¿hay una sola estética? Creo que no, y dependerá del criterio con que se juzgue. Hay personas que consideran expresión artística y cultural ese fenómeno llamado "cumbia villera", o ese otro que casi la desplaza hoy, el "reggaetón", venido de Puerto Rico. Y, al menos en este ámbito, estoy convencida de que todas deploramos esas expresiones de grosería, esa falta total de poesía y esa manera ordinaria de decir. He padecido más de una vez que me canten: "Laura, se te ve la tanga!!!" Pero debe haber personas que disfrutan con esas expresiones. Y no es una cuestión de clases sociales, conozco gente muy encumbrada que en sus fiestas escucha y baila esas canciones. Entonces, no sé si tengo derecho a descalificar de manera tajante aquellos cuentos, que, según mi criterio estético, son deplorables. Lo son para mí, y lo son para este grupo de personas reunidas hoy. Me parece que tienen una clara intención de provocar, de resultar chocantes.



Ahora bien, estimo que el arte debe proponerse superar a la realidad, sublimarla, enaltecerla de manera poética. En estos tiempos de "reality shows" en que se muestra descarnadamente, durante 24 horas, la vida de un grupo de personas en una casa, y sólo falta verlas defecando en tiempo real, se hace difícil mantener aquel ideal de belleza poética. Hay literatura que tiene también, como la cumbia villera, o como el Gran Hermano, un fin provocativo, chocante, repugnante. En cambio, existen numerosos ejemplos de literatura erótica, decididamente inquietante, muy excitante, párrafos en los cuales no hay nada explícito, y sin embargo, se evocan sensaciones eróticas que conmueven al lector. Pienso, por ejemplo, en la novela "El amante de Lady Chatterly", de D.H. Lawrence, escrita en la Inglaterra victoriana, de donde extraigo un párrafo: "A oleadas, a oleadas, a oleadas, alcanzándose y volviéndose a alcanzar unas sensaciones a otras, como suaves llamas, como suaves plumas, llegando a un punto de esplendor exquisito, exquisito, y fundiéndose en sus ya fundidas entrañas. Era como un sonido de campanas más y más alto, hasta llegar a una última culminación."
Cuando todo está sugerido pero no dicho, el clima creado es de mucha mayor tensión, y por lo tanto, excitación, como esas miradas que transmiten el fuego de una pasión, sin que afloren palabras ni gestos. La poesía cuenta con recursos más ricos para lograr climas, sin dudas. He traído un ejemplo, un poeta español, Pedro Salinas, y de su libro "La felicidad inminente", leo: "El cuerpo, apenas visto, junto al cuerpo, / detrás del sueño, del amor, desnudos, / fingen/ haber sido así siempre, / vírgenes de las telas y del suelo, / creen / que no pisaron mundo. / Aquí en nuestra batalla silenciosa / -no, no abrir todavía, no, no abrir!- / contra la claridad está latiendo / el ansia de soñar que no nacimos, / el afán de tardarnos en vivir." (Fragmento de "Despertar")

Pero, para hacer honor a la sensibilidad poética femenina, también traje poesía de Gioconda Belli, escritora nicaragüense nacida en 1948. De ella leo “Pequeñas lecciones de erotismo”

I
Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
es dar la vuelta al mundo
atravesar sin brújula la rosa de los vientos
islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas.
No es tarea fácil -sí placentera-
No creas hacerlo en un día o noche de sábanas explayadas
Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas.

III
Repasa muchas veces una extensión
Encuentra el lago de los nenúfares
Acaricia con tu ancla el centro del lirio
Sumérgete ahógate distiéndete
No te niegues el olor la sal el azúcar
Los vientos profundos cúmulos nimbos de los pulmones
Niebla en el cerebro
Temblor de las piernas
Maremoto adormecido de los besos.

IV
Instálate en el humus sin miedo al desgaste sin prisa
No quieras alcanzar la cima
Retrasa la puerta del paraíso
Acuna tu ángel caído revuélvele la espesa cabellera con la
espada de fuego usurpada
Muerde la manzana.


V
Huele
Duele
Intercambia miradas saliva imprégnate
Da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
Pie -hallazgo al final de la pierna-
Persíguelo busca secreto del paso forma del talón
Arco del andar bahías formando arqueado caminar
Gústalos.

VI
Escucha caracola del oído
Cómo gime la humedad
Lóbulo que se acerca al labio, sonido de la respiración
Poros que se alzan formando diminutas montañas
Sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
Suave puente -nuca- desciende al mar -pecho-
Marea del corazón susúrrale
Encuentra la gruta del agua.

VII
Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
navega loco en la juntura de los océanos
Cruza las algas ármate de corales ulula gime
Emerge con la rama de olivo llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
Arquea las cejas abre ventanas de la nariz.

VIII
Aspira suspira
Muérete un poco
Dulce lentamente muérete
Agoniza contra la pupila extiende el goce
Dobla el mástil hincha las velas
Navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
- el mar como un vasto cristal azogado -
duérmete náufrago.

"La eterna discusión y objeción al género es la necesidad de definir lo erótico, diferenciándolo de lo pornográfico u obsceno. Lo sugerente sería erótico, lo explícito sería pornográfico y obsceno. Yo voy un poco más allá: yo diría que lo sugerente sería literario, y lo explícito no. Porque no sirven calificaciones de índole moral en este terreno, sino sólo estéticas. Lo que para algunos puede resultar altamente escandaloso, para otros puede ser una sutileza. Una obra erótica es verdaderamente erótica cuando lleva el erotismo por caminos imprevisibles, cuando la carga sensual se sumerge en un contexto, en una historia con densidad. Una mera sucesión de escenas sexuales no hace que una obra erótica sea buena, porque como en la vida, el acto sexual, en su infinito espectro de posibilidades, es sólo la parte de un todo más complejo" (Natalia Ferreti, Palabras que encienden)
En este punto me parece oportuno citar a la poetisa cubana Carilda Oliver, Premio Nacional de Literatura, una mujer que hoy tiene 84 años y un marido de 36... así que, chicas, tomen nota de esto, sobre todo las que están solas, y las que no, también, ¿por qué no?, y que no se escandalicen los caballeros presentes. De ella leo “El mar”

Como en un lecho me tendí en el mar.
Hechizada por musgos y por linos
tuve acoso de brazos peregrinos
que me echaban las ondas al pasar.

Contra mi carne se batió el azar.
El agua -furia, vértigos y vinos-
se entretenía con los bordes finos
de mis caderas, blancas de esperar
.

Entonces: grave, pálido, insereno,
llegaste como llega siempre el mar
y tu mirada me rompió este seno.

Ni Dios mismo nos pudo separar:
cuando una ola te volvía ajeno
entrabas en mis piernas con el mar. 




Sin dudas, para que una obra literaria pueda considerarse erótica es necesaria le participación del lector. La lectura de un cuento erótico, de una poesía, o hasta del bíblico Cantar de los Cantares, o de los Extasis de Santa Teresa, según la experiencia de quien los lea pueden tener el "certificado" que los califique como tales. Con mucha picardía, don José Saramago atribuye el carácter de literatura erótica aquellos textos de Santa Teresa, como el de "La visión del querubín", acaecida cuando Santa Teresa tenía 47 años: "Le veía en las manos un dardo de oro largo, y en la punta del hierro me parecía haber un poco de fuego. Éste parecía metérseme por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarlo, me parecía que se las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en gran amor de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía soltar quejidos; y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no quiero que se me vaya"
Díganme si estas metáforas no son mucho más inquietantes que hablar de penes y vaginas, o de lenguas como espátulas, y hablo siempre desde el punto de vista de la belleza literaria. Porque, al menos para mí, el arte no debe limitarse a repetir, textualmente, la realidad. Para eso está el reality show, aburrido, lento y obsceno. Alejandro Dolina suele hablar de esta cuestión, con su estilo sarcástico. Propone obras de teatro que duren lo que dura la vida de los personajes: ¡ridículo! Lo que resulta atractivo de una obra de arte, y hace que se la recuerde por siempre, es un destello, una pincelada, un párrafo, una palabra, que brille, que se destaque de la chatura, de la monotonía cotidiana. Me parece un muy buen ejercicio de taller literario escribir una situación erótica con un lenguaje directo y brutal, y luego ir reemplazando esos términos por otros, creando elipsis, metáforas, hipérboles. Yo evité nombrar los órganos genitales en mi cuento "Preludio y muerte de amor de Tristán e Isolda” , reemplazándolos por dos nombres nombres propios cargados de erotismo romántico: Tristán e Isolda, y además, introduje otro elemento, un humor irreverente. Creo que eso lo hace atractivo.
Pero volviendo a Santa Teresa, me parece oportuno citar nuevamente a Octavio Paz  “Muchos textos religiosos, entre ellos algunos grandes poemas, no vacilan en comparar al placer sexual con el deleite extático del místico y con la beatitud de la unión con la divinidad. En nuestra tradición es menos frecuente que en la oriental la fusión entre lo sexual y lo espiritual. Sin embargo, el antiguo testamento abunda en historias eróticas, muchas de ellas trágicas e incestuosas; algunas han inspirado textos memorables…” (a otros autores) “… el famoso poema sánscrito de Jayaveda, Gitagovinda canta los amores adúlteros del dios Krisna (el Señor Obscuro) con la vaquera Radha. Como en el caso del Cantar de los Cantares, el sentido religioso del poema es indistinguible de su sentido erótico profano: son dos aspectos de la misma realidad. En los místicos sufíes es frecuente la confluencia de la visión religiosa y la erótica. La comunión se compara a veces con un festín entre dos amantes en el que el vino corre en abundancia. Ebriedad divina, éxtasis erótico.” … “Pero lo que nos dice la experiencia religiosa – sobre todo a través de los místicos- es precisamente: el erotismo, que es sexualidad transfigurada por la imaginación humana, no desaparece en ningún caso. Cambia, se transforma continuamente, y no obstante, nunca deja de ser lo que es originalmente: impulso sexual.” “En la figura opuesta, la del libertino, no hay unión entre religión y erotismo; al contrario, hay oposición neta y clara: el libertino afirma el placer como único fin frente a cualquier otro valor. El libertino casi siempre se opone con pasión a los valores y a las creencias religiosas o éticas que postulan la subordinación del cuerpo a un fin trascendente” ... “En el siglo XVIII el libertinaje se volvió filosófico. El libertino fue el intelectual crítico de la religión, las leyes y las costumbres. El deslizamiento fue insensible y la filosofía libertina convirtió al erotismo de pasión en crítica moral.”
En fin, traje esta guía escrita para ordenar un poco la charla, y no porque crea tener la verdad revelada en materia de literatura erótica. El espíritu de este encuentro, lejos de ser un acto masturbatorio en el que una exponente solitaria se explaya sobre el tema, es el placer de compartir textos bellos y aproximarnos juntos al erotismo en las letras, como una experiencia renovada cada vez, como en el amor, que no requiere de un orden preestablecido, y, a propósito, vienen de maravillas estos versos de la cubana Carilda Oliver:

Me desordeno, amor, me desordeno

Me desordeno, amor, me desordeno

cuando voy en tu boca, demorada;

y casi sin querer, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.



Muchas gracias.

 Laura Aliaga – 14/06/2007