miércoles, 13 de noviembre de 2024

SERES PARA LA MUERTE: A PROPÓSITO DE PEDRO PÁRAMO.

 


En estos días Netflix incorporó la película mexicana Pedro Páramo, inspirada en la novela de Juan Rulfo. Al principio me resistí a verla, por temor a una decepción, a que hubieran cometido un crimen con esa obra maravillosa de Rulfo. Pero luego me ganó la curiosidad y la vi: me gustó, me pareció fiel al texto, los personajes (un Pedro Páramo que en cierta forma justifica su maldad por una vida sufrida y sin amor), el clima ominoso y fúnebre se refleja en las escenas de luz macilenta u oscuridad, pero no se pierde la ternura de ese pueblo abandonado. 

Recordé algo que escribí hace cinco años para una materia de la carrera de Letras de la UNAHUR, que aquí comparto:




La errancia como destino de unos seres para la muerte. Oralidad y escritura en Los niños perdidos de Valeria Luiselli y Pedro Páramo de Juan Rulfo.

En este trabajo se analizan las obras de dos autores mexicanos, la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo, publicada en 1953, y Los niños perdidos de Valeria Luiselli, ensayo de 2016. En ellas, a pesar de tratarse de géneros distintos y de que fueron escritas con más de seis décadas de diferencia, se pueden observar elementos comunes relacionados con las historias narradas, sus protagonistas, su oralidad, la lengua y el lenguaje utilizados, la figura del escritor como traductor. Paisajes y grupos humanos fuertemente enmarcados en un orden social y moral corrupto, degradado, desintegrado y muerto. Corrupción es un término que se utiliza tanto para describir el proceso orgánico de descomposición de los seres vivos, como también para designar acciones antiéticas cometidas con fines de enriquecimiento económico. Para acotar este estudio tomamos algunos fragmentos de las obras citadas a fin de ensayar un paralelismo entre ellos.

Motivaciones económicas para el desplazamiento.

Una primera observación se refiere a que tanto Juan Preciado (protagonista de la novela de Rulfo) en su viaje a Comala, como los niños y adolescentes centroamericanos y mexicanos que emigran hacia los Estados Unidos de Norteamérica, lo hacen por una necesidad económica. En el caso de Juan Preciado, por mandato de su madre se dirige hacia el pueblo de ella con la intención de reclamarle a su padre -a quien no conoce ni fue reconocido por él- la parte de la herencia que le corresponde.

Los niños migrantes, designados “perdidos” por la autora pierden su infancia y los derechos establecidos convencionalmente para su edad, pero también se arriesgan a perder identidad, integridad física y hasta la vida en ese peregrinar hacia un supuesto paraíso de bienestar material, representado por los Estados Unidos. En sus países de origen viven en la pobreza y la marginalidad, sufren violencia por parte de adultos e incluso de sus pares, reclutados para integrar pandillas vinculadas al narcotráfico. Pero sucede, en muchos casos, que en esa peregrinación encuentran la muerte y terminan como NN en fosas comunes (el caso de Tamaulipas)[1] o en algún punto del desierto de Arizona. Con un destino parecido,  Juan Preciado llega a un pueblo de fantasmas, habitado por antiguos vecinos ya muertos, adonde él mismo muere y resulta sepultado en una tumba compartida con Dorotea.

Los protagonistas de ambas obras tienen un punto de partida signado por la esperanza, pero los acecha un destino de fracaso y muerte. Juan Preciado y su madre fueron expulsados por el señor feudal de Comala, Pedro Páramo, dueño de un poder absoluto y acaparador de riquezas, mientras que los niños perdidos son los excluidos del neoliberalismo que les impide desarrollarse en sus lugares de origen, porque los estados no funcionan para brindarles amparo y contención, son simples satélites del país más poderoso que atrae y succiona a sus pobladores como una máquina destructiva.

Traductor/ traidor

En este ensayo buscamos elementos comunes en dos obras de distinto género: una novela, ficción en la que abunda lo poético, y un ensayo basado en la experiencia de su autora como empleada al servicio de un organismo oficial estadounidense. En ambos casos hay un letrado que interpreta la oralidad de personas del pueblo y producen textos literarios: se trata de la traducción de un registro a otro con fines estéticos en un caso y de denuncia para la toma de conciencia de una realidad social que podría modificarse en el otro.

El valor estético de la obra de Rulfo se apuntala en la fuerza verosímil que produce la escritura al hacernos sentir la oralidad en un aquí-ahora del contador de historias. Este valor deviene también de la competencia discursiva con la cual, a la vez que se redescubre la idiosincrasia de las comunidades rurales, nos acerca a los universos de las culturas periféricas del mundo. La orfandad no es solo material (la pobreza y la impotencia de hombres y mujeres del campo) sino también y sobre todo espiritual-cultural.” [2]

El autor de la cita precedente menciona la palabra orfandad: Juan Preciado es un huérfano, ha perdido a su madre y nunca tuvo un padre verdadero, pero intenta recuperar su herencia identitaria y material. Los niños migrantes de Luiselli también son huérfanos aunque sus padres vivan, pero en muchos casos han perdido el vínculo cotidiano y afectivo con ellos y viajan solos. Los que consiguen atravesar todos los peligros llegan a Estados Unidos, pero necesitan un reconocimiento legal para no ser deportados a sus países, y en este trámite se encuentran con la autora, también inmigrante mexicana en aquella nación, a la espera de su “Green card”, documento de identidad para residentes permanentes que no poseen la nacionalidad estadounidense. Ella trabaja como traductora oficial, y su tarea consiste en someter a cada niño a un extenso cuestionario que luego será analizado para decidir si se les otorga el status de inmigrantes legales. Es en ese carácter que en muchos casos se verifica la “traición” que opera en su oficio, porque movida por la empatía en muchos casos “acomoda” las respuestas de sus entrevistados con el fin de favorecer su situación. Es un trabajo arduo que no implica solamente trasladar palabras de un idioma a otro, sino interpretar gestos, silencios, sistemas de pensamientos basados incluso en lenguas originarias de las regiones de donde provienen los niños.

“Por lo tanto, sería erróneo reducir el ejercicio de traducción a una mera transcripción o rendición fidedigna. En su ingenuidad, los niños, cuyas familias han sido dislocadas y que carecen de educación, no saben qué contestar, tienen miedo y desconfían. Luiselli ha de leer entre líneas, en los intersticios que van dejando las preguntas y sus respuestas. Reconoce la dificultad de plasmar las historias de los niños en un relato coherente, no solo por su peso emocional, sino también porque la corta edad de algunos y el trauma de todos hacen imposible la reconstrucción cronológica de los hechos” [3]

Juan Rulfo traduce a su pueblo para ser leído por un público culto, y parte de la crítica lo incluirá dentro del “boom latinoamericano”; Luiselli lo hace con fines concretos exigidos por su labor de traductora, pero en ambos casos hay un compromiso con su entorno y su tiempo. Los niños perdidos tienen también una versión en forma de novela, Desierto sonoro, basada en el viaje realizado por la autora y su familia desde Nueva York a Arizona, en el que su pequeña hija inquiere sobre las vidas de esos miles de niños que se desplazan y pregunta a su madre insistentemente sobre cómo termina esa historia. Anteriormente mencionamos la empatía que Valeria Luiselli aplica en su mirada del drama migratorio, porque es consciente de que su condición personal es infinitamente más ventajosa, ya que se trata de alguien de extracción social acomodada, cosmopolita, con estudios universitarios que elige voluntariamente radicarse en los Estados Unidos para trabajar y hacer un doctorado, y no empujada por una situación de apremiante necesidad como los niños y adolescentes con los que trabaja en Nueva York en la Corte migratoria de ese estado. Se manifiesta en ella una lucha interna entre la necesidad de ser también aceptada legalmente por Estados Unidos para realizar su propósito y la compasión por esos niños parias, impelidos a buscar un futuro mejor fuera de sus hogares, aunque también algunos ya venían sin hogar desde el origen. En la metáfora del techo roto se aúnan también las dos historias: como observa Jean Franco, Juan Preciado busca asilo en la casa de Donis y su hermana, que viven en aparente matrimonio. “Su casa tiene el techo roto –símbolo de la identidad fragmentada, de la ruptura radical en la visión del mundo. Saben vagamente que  hay un camino que pasa por el techo roto, pero no tienen idea de adónde pueda conducir: tampoco conocen la dirección de los otros caminos” [4]

De este párrafo podríamos realizar una imagen en espejo entre los habitantes de Comala y los niños migrantes: los primeros viven en el encierro, bajo un techo roto pero imposibilitados de salir a los caminos, a buscar otro destino. En cambio los niños perdidos no tienen techo, o lo tienen precario, y su mejor opción es el camino, la peregrinación en pos de un sueño de progreso. Unos y otros tienen sus vidas rotas por un sistema social y político perverso. El que representa Pedro Páramo se ve amenazado por la revolución mexicana; sin embargo el cacique entiende que le conviene negociar con los revolucionarios para permanecer, y en cierta forma logra neutralizarlos. Los niños de Luiselli carecen de toda posibilidad de enfrentar el poder absoluto del capitalismo y se someten a él. En la novela de Rulfo, sin embargo, triunfan las tradiciones del pueblo mexicano y trascienden la muerte. En Los niños perdidos se cumple la ley del más fuerte, llega hasta el final aquel que resiste y se sobrepone, negocia con la guardia fronteriza, sobrevive y cuenta una historia digna de atención por parte de los funcionarios de Migraciones.

La búsqueda del Paraíso, la posibilidad del Infierno

La cultura latinoamericana es heredera del catolicismo impuesto por la conquista española, y se mezcla con las creencias y ritos de las diversas tradiciones originarias. Un rasgo común a toda religión es el afán de trascendencia más allá de la muerte, evento al que especialmente en México se le rinde culto: a diferencia de otras culturas hay una familiaridad con la muerte, lo que habilita que se festeje una fecha luctuosa como es el Día de los fieles difuntos, el 1° de noviembre. Pero Comala, el mundo de los muertos creado por Juan Rulfo, parece ser más bien un limbo en el que las almas deambulan, y “viven”, no parecen aspirar a un cielo católico destinado a los buenos, en el que los pecadores como Miguel y Pedro Páramo, los hermanos incestuosos y otros personajes no tendrían cabida: el cielo y el infierno conviven en la eternidad.

Los niños peregrinos centroamericanos y mexicanos en su camino hacia la meca capitalista no piensan en el más allá, y sin embargo atraviesan toda clase de riesgos, inclusive la muerte. Pero su paraíso no es de índole espiritual ni religiosa, sus sueños los llevan al ideal de una vida mejor, con alimentación, vivienda y educación dignas. El infierno se presenta también en forma pedestre: la reproducción de sus vidas y costumbres dejadas atrás puede concretarse en un arrabal de Nueva York, y en él pueden ver frustradas sus ilusiones.

“Ahora hay niños y adolescentes migrantes viviendo en Long Island, y la crisis va a seguir y va a empeorar. Todo se va a ir a la mierda y nada va a mejorar para nadie si todos esos niños y adolescentes se quedan aquí pero sin integrarse a sus nuevas comunidades. Todos tienen que lidiar, además de con sus situaciones migratorias inciertas, con los procesos de reunificación familiar, con el hecho de que se vio interrumpida su educación, con que no saben inglés, con los traumas abrumadores de sus experiencias pasadas y presentes” (Luiselli, 59 pdf)

En Pedro Páramo casi no hay niños; sólo el episodio de Susana San Juan obligada por su padre a descender a la profundidad de un socavón en una mina de oro, para buscar un tesoro. Se trata de una escena violenta en cuanto a su significado: una niña sometida a la humillación y al horror, porque allí se encuentra con un esqueleto humano, pero la codicia del padre no repara en el trauma que eso le ocasiona a Susana, quien años más tarde pierde la razón luego del asesinato de su marido, y se sugiere que tiene una relación incestuosa con el padre. Esa infancia remite a las infancias de los niños de Luiselli: niños vejados, violentados, abusados, obligados a descender a los infiernos, arrojados a la delincuencia y, fácil es de suponer, también a la locura.

“-¿Y yo quién soy?

-Tú eres mi hija. Mía. Hija de Bartolomé San Juan.

En la mente de Susana San Juan comenzaron a caminar las ideas, primero lentamente, luego se detuvieron, para después echar a correr de tal modo que no alcanzó sino a decir:

-No es cierto. No es cierto.

-Este mundo que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños de nuestro

polvo aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la tierra con nuestra sangre. ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido el alma? Tu madre decía que cuando menos nos queda la caridad de Dios. Y tú la niegas, Susana. ¿Por qué me niegas a mí como tu padre? ¿Estás loca?

-¿No lo sabías?

-¿Estás loca?

-Claro que sí, Bartolomé. ¿No lo sabías?” (Rulfo, 84-85)

 

Seres para la muerte (Conclusión)

Volvemos a la frase incluida en el título de esta monografía, surgida de una reflexión del filósofo alemán Martín Heidegger en su libro Ser y  tiempo. Parece una obviedad afirmar que toda vida es un tránsito entre el nacimiento y la muerte. Sin embargo el sentido de esta idea invita a pensar en el modo en que se lleva a cabo ese tránsito. En su artículo, Jean Franco alude a la locución latina “memento mori”, recuerda que morirás: “En el orden moral católico, el memento mori recordaba a los hombres y a las mujeres el hecho de que eran seres-para-la-muerte y los obligaba así a darse cuenta de los verdaderos valores”[5]. Esa moral católica no es la que triunfa en Comala: los “verdaderos valores” se han desvirtuado, perdido, corrompido. Sin embargo, ese pueblo olvidado, subdesarrollado y polvoriento, logra la gloria por medio de la literatura: es Juan Rulfo quien le da  trascendencia, quien lo vuelve digno de memoria y eterno. Juan Preciado no consigue conocer a su padre ni reclamar su herencia, pero queda para siempre como protagonista de una historia narrada por muchas voces que dicen sus fragmentos en murmullos.

En cuanto a Los niños perdidos, ostentan un destino de errancia que es condición humana, desde los primeros pobladores que salieron de África para abarcar todos los continentes a lo largo de milenios: movidos por circunstancias ingratas salen a buscar la felicidad en esa constante tensión entre Eros y Thanatos. Y sus pobres vidas de niños excluidos, surgidos de barriadas y pueblos de países subdesarrollados, si logran sortear todos los obstáculos y peligros a los que se exponen, también son rescatadas: ellos se expresan como pueden oralmente, una traductora plasma sus dichos en documentos oficiales y luego escribe un libro, o más, pero también incentiva a grupos militantes a  trabajar por la dignidad de los inmigrantes y porque el país más poderoso del mundo tenga algo de humanidad para brindar a esos seres que desean nada menos que vivir.

 

Bibliografía

Juan Rulfo [1953] (1975) Pedro Páramo y El llano en llamas. Barcelona. Planeta

Valeria Luiselli (2016) Los niños perdidos. Un ensayo en cuarenta preguntas. Madrid: Sexto Piso

Franco, Jean, “El viaje al país de los muertos”, en La narrativa de Juan Rulfo. Interpretaciones críticas, Joseph Sommers (comp.), México, Sep-Setentas, 1974.

Logie, I. (2020). Los niños perdidos, de Valeria Luiselli: el intérprete ante las vidas “dignas de duelo”. IBEROAMERICANA. América Latina-España-Portugal, 20(75), 103-116. Ramos, J. (2017). “Tierra Blanca. Los zapatos de Elvin (notas sobre el refugio)”. Recial, 8(12). Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/recial/article/view/18614

Ramos, J. (2017). “Tierra Blanca. Los zapatos de Elvin (notas sobre el refugio)”. Recial, 8(12). Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/recial/article/view/18614

Otras fuentes consultadas:

Jurado F., (2011). Oralidad y orfandad en la escritura de Juan Rulfo. Enunciación 16 (2) 76-86 https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/3906

Universidad Iberoamericana Ciudad de México, Dirección General del Medio Universitario, Programa de DD HH. (2019) Autores varios: Violencia y terror. Hallazgos sobre fosas clandestinas en México 2006-2017. http://www.cmdpdh.org/publicaciones-pdf/violencia-y-terror-hallazgos-sobre-fosas-clandestinas-en-mexico.pdf

 



[1] http://www.cmdpdh.org/publicaciones-pdf/violencia-y-terror-hallazgos-sobre-fosas-clandestinas-en-mexico.pdf

[2] Jurado F., (2011). Oralidad y orfandad en la escritura de Juan Rulfo. Enunciación 16 (2) 76-86

 

[3] Logie, I. (2020). Los niños perdidos, de Valeria Luiselli: el intérprete ante las vidas “dignas de duelo”. IBEROAMERICANA. América Latina-España-Portugal, 20(75), Pág. 107

[4] Franco, Jean, “El viaje al país de los muertos”, en La narrativa de Juan Rulfo. Interpretaciones críticas, Joseph Sommers (comp.), México, Sep-Setentas, 1974. Pág. 871

[5] Franco, Jean. Op.Cit., Pág. 875


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