jueves, 3 de marzo de 2011

CUENTOS SIN PERMISO

Este es el título de un libro editado por Vinciguerra en el año 2000, presentado en la Feria del Libro de ese año. Es una antología de cuentos de escritoras argentinas, premiados en el Concurso Interamericano de Cuentos de la Fundación Avon con la Mujer, en sus ediciones de 1998 y 1999.  


El prólogo es de Angélica Gorodischer, una de las integrantes del Jurado, también integrado en aquella ocasión por Isidoro Blaisten y María Esther Vázquez. Transcribo un párrafo de la contratapa:


"El fervor y el humor, la ambigüedad y la desesperación, la poesía y la música de la lengua imponen su esplendor en estos cuentos, y confirman la excelencia de la última literatura escrita por mujeres, y la feliz idea de la Fundación Avon para la Mujer de reunirlas en esta estupenda antología de Angélica Gorodischer"
Isidoro Blaisten





En la página 31, se encuentra el cuento escrito por esta bloguera: "Preludio y muerte de apuro de Tristán e Isolda", que aquí transcribiré. Sólo diré que me divertí mucho escribiéndolo, y más me divierte que la gente crea que soy su protagonista (escribir en primera persona me resulta muy cómodo, pero además, permite reírse un poco de una misma y de los otros)

Extraigo un fragmento del prólogo, en relación con la temática de los veintitrés cuentos que componen esta antología: "...vimos que si bien no había una sola o ni siquiera dos tendencias definidas, ni en los temas ni en los modos de escribir, podíamos sin embargo hacer algo así como una clasificación, y decir por ejemplo, que hubo varios cuentos irónicos escritos con especial sentido del humor. ¿Quién dijo que las mujeres no tenemos sentido del humor? Con sólo leer Señorita Maestra, de Alicia Bertazza; Preludio y Muerte de Apuro de Tristán e Isolda", de Laura Aliaga, etc., se puede cambiar de opinión."

Y bien, sin más preámbulos, va el cuento, y que lo disfruten:

PRELUDIO Y MUERTE DE APURO DE TRISTAN E ISOLDA



Lo único lúcido que dije esa noche fue que íbamos a terminar en la comisaría, y sin embargo fue lo único que no ocurrió, aunque en cierta forma lo merecíamos. Claro que ni la cana ni nadie hubiera entendido que no llegábamos, que fue cosa del apuro y nada más. No hubo intenciones de escándalo público, ni de atentar contra la moral, ni de protestar contra el sistema. Simplemente, no llegábamos. Tal vez lo merecíamos, pero mejor que no haya quedado registrado en un sumario lo que nos pasó. Porque no es para andar explicando que hacía dos meses que no nos veíamos; que yo venía remontando el camino de la santidad creyendo que no te vería más. ¿Cómo iba a redactar el bestia del oficial sumariante que para festejar el encuentro habíamos bebido tres botellas de cerveza, que entre copa y copa nos besábamos desaforadamente en la vereda del bar de Ayacucho y Sarmiento? Yo no hubiera soportado leer en las policiales del diario que en el trayecto entre esa esquina y el albergue de Larrea y Córdoba - no puedo precisar el itinerario que hicimos- caminábamos como cualquier pareja de enamorados, riendo y hablando, sólo que tu mano abierta me estrujaba un pecho, entonces sobrevenía un beso de lenguas desesperadas, en medio de los mareos del alcohol. Sí reanudábamos la marcha era por mi preocupación de que alguien pudiera vernos, aunque, recuerdo vagamente, eran alrededor de las dos y media de la mañana y no había un alma en la calle. Además, era urgente llegar al hotel por las acuciantes ganas de orinar que teníamos los dos, también por causa de la cerveza. Sólo cuando al doblar una esquina (tal vez la de Tucumán, o Viamonte y alguna de sus perpendiculares, no sé) y te sentaste en una vidriera y comenzaste a desprenderme la blusa mientras me apretabas las caderas rodeándome con tus piernas, oímos voces que venían desde un balcón de la vereda de enfrente. Allí mismo me hubiera sentado a horcajadas sobre vos, pero lo impidieron las dos mujeres del balcón que decían algo horrorizadas (o muertas de ganas de vernos mejor) y el deseo de orinar. Me abotoné como pude la blusa y seguimos caminando, siempre abrazados, más aun, acuerpados. A mitad de cuadra te despegaste diciéndome que siguiera, que ya me alcanzarías. En medio del silencio de la hora oí el chorro potente de tu alivio. Sentí un pinchazo hasta el centro del vientre.
Cuando me alcanzaste me hundiste los dedos en el trasero y yo te rodeé nuevamente la cintura, y, lo que no hubiera hecho nunca en medio de la calle estando sobria, con la mano libre te acaricié. Tenías la bragueta abierta.
- Mmmm, papito, qué hermoso está Tristán- te dije. Estaba enhiesto, duro, con su piel suavecita, deseoso de escapar de su prisión. En eso pasamos delante del zaguán de un edificio desocupado; nos faltaban aun dos cuadras, o menos para llegar al hotel, y mi vejiga no daba más. Bastó que nos miráramos un instante a los ojos, entonces entré apenas, y como si hubiera estado en medio de un monte de jarillas en La Rioja, recogí la pollera y me acuclillé lo más que pude para no mojarme los pies. Fue un meo largo, voluptuoso. Vos vigilabas dándome la espalda y yo te miraba contenta de que fueras tan hermoso varón. Cuando terminé, salí con la bombacha en la mano y te hice unos arrestos de zamba enarbolándola como un amoroso pañuelo. Me mostraste el maíz de tu sonrisa y me atrapaste por la cintura.
-¿Cómo está Isolda?- me preguntaste, pero no me diste tiempo a contestarte, porque cuando quise acordar estaba montada sobre Tristán, y ella envolviéndolo caliente y mojada, convulsionada en un vaivén delicioso, y yo mareada, tal vez grité, tal vez vi con los ojos entrecerrados que pasó algún taxi, no sé, pero fue el polvo más salvaje de mi vida. Más tranquilos,  pudimos hacer la cuadra y media que nos faltaba. Serían poco más de las tres cuando entramos al hotel.
Después volvimos a amarnos con la tierna prolijidad de siempre.

 Laura Aliaga


2 comentarios:

  1. me encantó! que otras obras hay dentro de esa seleccion? No pude conseguir el libro por ninguna parte. Hay alguno q lo tenga en pdf? Gracias

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  2. Hola, Anónimo, qué pena que no te dieras a conocer con nombre y apellido. En cuanto a la antología Cuentos sin permiso de Editorial Vinciguerra, tal vez si te ponés en contacto con la Fundación Avon te puedan indicar si el libro se consigue. El resto de los cuentos y autoras son casi tan conocid@s y famos@s como yo. Saludos.

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