Asomada a la ventana del departamento alquilado
(increíblemente barato) en un piso 16, a una cuadra de Acoyte y Rivadavia, esta
mañana recuerdo los chaparrones de verano en mi niñez sanjuanina, y por esas
delicias que la memoria guarda, revivo el aire fresco que me estremecía la
piel, y el sabor de la uva con pan que yo comía, parada en el umbral de la
cocina, mirando hacia la huerta y jardín
que mi padre cultivaba en el fondo de la casa.
Pero también esta mañana me pregunto por qué no
llovió anoche tan intensamente como ahora. Si se hubiera desatado este pequeño
diluvio ayer a las 8 de la noche, se habría dispersado “la gente” que estuvo
caceroleando durante más de tres horas.
Cuando volvíamos de trabajar con mi marido, a
pesar de que acordamos pasar en subte hasta Primera Junta y desandar unas
cuadras hasta nuestra casa, pudo más su curiosidad por ver desde dentro la
manifestación y, aunque de mala gana, lo seguí. El primer disgusto fue que casi
tuvimos un accidente en cadena en la escalera mecánica que sube hasta la
esquina de Rivadavia y José María Moreno, porque “la gente” estaba agolpada
justamente en la salida de la boca del subte, y tuvimos que empujar para no
caer y provocar la caída de todos los que venían detrás. Después nos resultó
una proeza cruzar José María Moreno por lo abigarrado de la multitud, y
decidimos no avanzar sobre Rivadavia sino caminar hasta Rosario, porque hacia
ese punto se raleaba la concurrencia. Había mucho ruido de latas, muchas
personas bonitas, delgadas, blancas, bien vestidas. Muchos bebés vestidos con
Cheeky o Mimo en sus cochecitos, mucha pilcha de shopping sobre los adultos, y
no se trata de un mero prejuicio. No vi ningún morocho al que le faltara un par
de dientes, ninguna mujer quasi obesa, mal vestida y de tez oscura. Había
carteles caseros, impresos o manuscritos, que gritaban “BASTA DE HIPOKRECÍA”
(textual), “BASTA DE INSEGURIDAD”, “POR UNA JUSTICIA INDEPENDIENTE” (sin
aclarar independiente de quién o de qué poder), “ABAJO LA DICTADURA K”, y otros
por el estilo. Algunos, a pesar del calor agobiante, tenían puesta sobre los
hombros una bandera argentina.
Estuve en muchísimas manifestaciones y marchas
populares desde mis primeros pasos en la militancia de Juventud Peronista, a
finales de la dictadura de Lanusse, el regreso de Perón, la campaña del
FREJULI, en San Juan, y después, en otras tantas, muchísimas, desde antes de la
vuelta de la democracia, desde 1982 en
adelante. Siempre fui organizadamente, es decir, con algún grupo de
pertenencia, compañeros de militancia del mismo movimiento, por eso mi
entrenamiento tiene que ver con ir a una marcha en grupo, respondiendo a
determinada convocatoria, con un punto de concentración, luego estar todos
juntos, llevar banderas, repartir volantes, cantar consignas y desconcentrar.
También he concurrido a marchas de manera espontánea y solitaria, pero siempre
se dio el fenómeno de encontrar otras personas con quienes agruparse, como en
algunos 24 de Marzo, cuando asumió Cristina, cuando murió Néstor, cuando ganó
las elecciones primarias y luego las presidenciales Cristina (así, Cristina, a
secas, porque es la única, la mejor) Por eso me llamó la atención ayer ver a
personas solitarias o a lo sumo en grupos familiares o de amigos, haciendo
sonar sus tachitos, sartenes o tapas de ollas, todos mirando hacia la esquina,
pero con una expresión vacía. Como vacío resultó el discurso de los
entrevistados por Cynthia García, que le puso heroicamente el cuerpo a la
cobertura de la TV Pública en medio de la concentración (muy numerosa, hay que
decirlo) sobre la avenida 9 de Julio. Vacío y derechoso. El reclamo por falta
de seguridad fue el denominador común, pero lo asombroso para mí (o más bien
confirmatorio de lo ya sabido) fue que absolutamente todos los que tuvieron
oportunidad de expresarse en vivo ante el micrófono de Canal 7, dijeron que
ningún dirigente político los representa, que no creen en la política, y ante
la pregunta de que, entonces, cómo imaginan que sus reclamos se canalicen y se
concreten, tartamudeaban y se quedaban sin
argumentos.
Me
resulta muy triste contemplar este panorama de analfabetismo político,
comprobar que la derecha, a través de los medios monopólicos de comunicación,
ha logrado uniformar las mentes y las palabras, aprendidas de memoria y
repetidas sin modificaciones, sin originalidad, por los manifestantes. Son de
derecha pero lo niegan, se creen apolíticos. Creen que son libres, y que si el
gobierno les limita la compra de dólares, entonces su libertad se termina.
Siento mucha preocupación porque esa masa bien vestida, que goza de buen poder
adquisitivo, que tiene trabajo y se toma vacaciones todos los años, aunque
ahora tenga que ir a destinos nacionales y ya no tanto a Punta del Este o el
Caribe, sea tan ignorante. No porque no sea peronista y kirchnerista como yo,
sino porque no tiene cultura política ni un referente político en ningún
partido, el que sea. Siento mucha pena porque hay algunos jóvenes huérfanos
políticos, por la defección de sus dirigentes, como es el caso de los
socialistas de Binner, o los que en algún momento apoyaron a Pino Solanas.
Siento mucha pena por alguna chica joven, nacida en un hogar peronista, que al
llegar a la Facultad de Derecho se alineó con el Socialismo de Cortina, que
participó en el Centro de Estudiantes y hasta fue su presidenta, y que ahora se
ha aliado con la derecha más rancia y gorila. Mucha pena. Quisiera tener
esperanza de que algún día toda “la gente” comprenda el maravilloso momento
político que vivimos en Argentina, en el que hay un gobierno con la firme
voluntad de ejercer el poder, que impulsa políticas de inclusión social que,
precisamente, apuntan a disminuir la inseguridad, promover la industria, cuidar
las reservas del tesoro nacional, gobernar para todas las provincias,
dignificar a los humildes y postergados de la historia.
Termino de escribir esto mientras veo y escucho
nuevamente a nuestra gran Presidenta, en una reunión con los intendentes de la
Provincia de Buenos Aires, diciendo que las tragedias están representadas a su
derecha y las victorias, a su izquierda, en el bello Salón de las Mujeres
Argentinas de la Casa de Gobierno. Y al terminar, yo misma me respondo, está
bien que no haya llovido anoche como ahora, es bueno que haya quedado en
evidencia esta masa amorfa que, sin saberlo, apoya a la derecha comandada por
los medios monopólicos, llamada “la gente”.