viernes, 9 de noviembre de 2012

LA GENTE


Asomada a la ventana del departamento alquilado (increíblemente barato) en un piso 16, a una cuadra de Acoyte y Rivadavia, esta mañana recuerdo los chaparrones de verano en mi niñez sanjuanina, y por esas delicias que la memoria guarda, revivo el aire fresco que me estremecía la piel, y el sabor de la uva con pan que yo comía, parada en el umbral de la cocina,  mirando hacia la huerta y jardín que mi padre cultivaba en el fondo de la casa. 
Pero también esta mañana me pregunto por qué no llovió anoche tan intensamente como ahora. Si se hubiera desatado este pequeño diluvio ayer a las 8 de la noche, se habría dispersado “la gente” que estuvo caceroleando durante más de tres horas.
Cuando volvíamos de trabajar con mi marido, a pesar de que acordamos pasar en subte hasta Primera Junta y desandar unas cuadras hasta nuestra casa, pudo más su curiosidad por ver desde dentro la manifestación y, aunque de mala gana, lo seguí. El primer disgusto fue que casi tuvimos un accidente en cadena en la escalera mecánica que sube hasta la esquina de Rivadavia y José María Moreno, porque “la gente” estaba agolpada justamente en la salida de la boca del subte, y tuvimos que empujar para no caer y provocar la caída de todos los que venían detrás. Después nos resultó una proeza cruzar José María Moreno por lo abigarrado de la multitud, y decidimos no avanzar sobre Rivadavia sino caminar hasta Rosario, porque hacia ese punto se raleaba la concurrencia. Había mucho ruido de latas, muchas personas bonitas, delgadas, blancas, bien vestidas. Muchos bebés vestidos con Cheeky o Mimo en sus cochecitos, mucha pilcha de shopping sobre los adultos, y no se trata de un mero prejuicio. No vi ningún morocho al que le faltara un par de dientes, ninguna mujer quasi obesa, mal vestida y de tez oscura. Había carteles caseros, impresos o manuscritos, que gritaban “BASTA DE HIPOKRECÍA” (textual), “BASTA DE INSEGURIDAD”, “POR UNA JUSTICIA INDEPENDIENTE” (sin aclarar independiente de quién o de qué poder), “ABAJO LA DICTADURA K”, y otros por el estilo. Algunos, a pesar del calor agobiante, tenían puesta sobre los hombros una bandera argentina.

Estuve en muchísimas manifestaciones y marchas populares desde mis primeros pasos en la militancia de Juventud Peronista, a finales de la dictadura de Lanusse, el regreso de Perón, la campaña del FREJULI, en San Juan, y después, en otras tantas, muchísimas, desde antes de la vuelta de la democracia, desde 1982  en adelante. Siempre fui organizadamente, es decir, con algún grupo de pertenencia, compañeros de militancia del mismo movimiento, por eso mi entrenamiento tiene que ver con ir a una marcha en grupo, respondiendo a determinada convocatoria, con un punto de concentración, luego estar todos juntos, llevar banderas, repartir volantes, cantar consignas y desconcentrar. También he concurrido a marchas de manera espontánea y solitaria, pero siempre se dio el fenómeno de encontrar otras personas con quienes agruparse, como en algunos 24 de Marzo, cuando asumió Cristina, cuando murió Néstor, cuando ganó las elecciones primarias y luego las presidenciales Cristina (así, Cristina, a secas, porque es la única, la mejor) Por eso me llamó la atención ayer ver a personas solitarias o a lo sumo en grupos familiares o de amigos, haciendo sonar sus tachitos, sartenes o tapas de ollas, todos mirando hacia la esquina, pero con una expresión vacía. Como vacío resultó el discurso de los entrevistados por Cynthia García, que le puso heroicamente el cuerpo a la cobertura de la TV Pública en medio de la concentración (muy numerosa, hay que decirlo) sobre la avenida 9 de Julio. Vacío y derechoso. El reclamo por falta de seguridad fue el denominador común, pero lo asombroso para mí (o más bien confirmatorio de lo ya sabido) fue que absolutamente todos los que tuvieron oportunidad de expresarse en vivo ante el micrófono de Canal 7, dijeron que ningún dirigente político los representa, que no creen en la política, y ante la pregunta de que, entonces, cómo imaginan que sus reclamos se canalicen y se concreten, tartamudeaban y  se quedaban sin argumentos.

Me resulta muy triste contemplar este panorama de analfabetismo político, comprobar que la derecha, a través de los medios monopólicos de comunicación, ha logrado uniformar las mentes y las palabras, aprendidas de memoria y repetidas sin modificaciones, sin originalidad, por los manifestantes. Son de derecha pero lo niegan, se creen apolíticos. Creen que son libres, y que si el gobierno les limita la compra de dólares, entonces su libertad se termina. Siento mucha preocupación porque esa masa bien vestida, que goza de buen poder adquisitivo, que tiene trabajo y se toma vacaciones todos los años, aunque ahora tenga que ir a destinos nacionales y ya no tanto a Punta del Este o el Caribe, sea tan ignorante. No porque no sea peronista y kirchnerista como yo, sino porque no tiene cultura política ni un referente político en ningún partido, el que sea. Siento mucha pena porque hay algunos jóvenes huérfanos políticos, por la defección de sus dirigentes, como es el caso de los socialistas de Binner, o los que en algún momento apoyaron a Pino Solanas. Siento mucha pena por alguna chica joven, nacida en un hogar peronista, que al llegar a la Facultad de Derecho se alineó con el Socialismo de Cortina, que participó en el Centro de Estudiantes y hasta fue su presidenta, y que ahora se ha aliado con la derecha más rancia y gorila. Mucha pena. Quisiera tener esperanza de que algún día toda “la gente” comprenda el maravilloso momento político que vivimos en Argentina, en el que hay un gobierno con la firme voluntad de ejercer el poder, que impulsa políticas de inclusión social que, precisamente, apuntan a disminuir la inseguridad, promover la industria, cuidar las reservas del tesoro nacional, gobernar para todas las provincias, dignificar a los humildes y postergados de la historia.

Termino de escribir esto mientras veo y escucho nuevamente a nuestra gran Presidenta, en una reunión con los intendentes de la Provincia de Buenos Aires, diciendo que las tragedias están representadas a su derecha y las victorias, a su izquierda, en el bello Salón de las Mujeres Argentinas de la Casa de Gobierno. Y al terminar, yo misma me respondo, está bien que no haya llovido anoche como ahora, es bueno que haya quedado en evidencia esta masa amorfa que, sin saberlo, apoya a la derecha comandada por los medios monopólicos, llamada “la gente”.