lunes, 28 de febrero de 2011

CUENTO PREMIADO, PERO MODIFICADO

"EL BESO", un cuento breve que escribí hace más de diez años, obtuvo premios en dos concursos: "Premio Avon (cartas de amor) con la Mujer", en 2006, y una mención en el concurso "Cartas de Amor Metrovías" de 2007, luego publicado en un precioso librito

Años después lo leí y no me gustó como al principio, por lo que le introduje algunas modificaciones, gracias a que no soy Isabel Allende ni ningún escritor conocido. ¿Qué pasaría si de buenas a primeras García Márquez le cambiara el final a "Crónica de una muerte anunciada"? Provocaría terribles conflictos en el mundo literario, y en el de los lectores. No es este el caso, así que va sin más preámbulos: 


EL BESO


Estoy cuidando el beso que me mandaste. “Te mando un beso. Uno solo, cuidalo”, dice tu e-mail. Y no es que ande escasa de besos, pero éste merece atención especial.
En cuanto llegó, como estaba ocupada con cuestiones de trabajo, me lo puse detrás de la oreja. El muy pícaro se dedicó a hacerme esas cosquillas excitantes que vos sabés. ¡Quieto! le dije, y suavemente lo guardé en mi mejilla. Parece que durante unos minutos se entretuvo, o tal vez se durmió. De repente lo sentí deslizándose hacia la comisura de mis labios. -¡Shhht, travieso!, lo tomé justo a tiempo para evitar que me tapara la boca. Es un beso niño, un beso adolescente (y un adolescente es un niño que se volvió loco). Suerte que me mandaste uno solo...
Parece que se ofendió y se quedó quietito en el dorso de mi mano. Me olvidé por un rato de él, me concentré en unos documentos,  la cabeza entre las manos: tu beso se posó en mi sien, y se durmió, pero se me fue deslizando hacia la frente. Es muy sensible, y como percibió mi enternecimiento volvió a tomar confianza: se descolgó hasta mi cuello, le dio una vuelta y se puso a esquiar hombros abajo. Divertido, tropezó con un botón de mi blusa. Disimulando la risa lo llamé al orden, pero ya me tomó el tiempo, se burla de mí. Si fuera una carta de amor podría guardarlo bajo el corpiño, pero es un beso confianzudo, imagino los estragos que causaría.
Y cuando estoy devanándome los sesos a ver en qué lugar discreto pongo tu beso, se escapa, da un salto y cae al piso, justo en el momento en que se levanta de su asiento mi compañero nuevo, ese que no me saca los ojos de encima, el que me pidió el teléfono la vez pasada, mientras te esperaba en la vereda, y el muy bruto le da un pisotón.