En estos días Netflix incorporó la película mexicana Pedro Páramo, inspirada en la novela de Juan Rulfo. Al principio me resistí a verla, por temor a una decepción, a que hubieran cometido un crimen con esa obra maravillosa de Rulfo. Pero luego me ganó la curiosidad y la vi: me gustó, me pareció fiel al texto, los personajes (un Pedro Páramo que en cierta forma justifica su maldad por una vida sufrida y sin amor), el clima ominoso y fúnebre se refleja en las escenas de luz macilenta u oscuridad, pero no se pierde la ternura de ese pueblo abandonado.
Recordé algo que escribí hace cinco años para una materia de la carrera de Letras de la UNAHUR, que aquí comparto:
La
errancia como destino de unos seres para la muerte. Oralidad y escritura en Los niños perdidos de Valeria Luiselli y
Pedro Páramo de Juan Rulfo.
En este trabajo se analizan las obras de dos autores
mexicanos, la novela Pedro Páramo de
Juan Rulfo, publicada en 1953, y Los
niños perdidos de Valeria Luiselli, ensayo de 2016. En ellas, a pesar de
tratarse de géneros distintos y de que fueron escritas con más de seis décadas
de diferencia, se pueden observar elementos comunes relacionados con las historias
narradas, sus protagonistas, su oralidad, la lengua y el lenguaje utilizados,
la figura del escritor como traductor. Paisajes y grupos humanos fuertemente
enmarcados en un orden social y moral corrupto, degradado, desintegrado y
muerto. Corrupción es un término que se utiliza tanto para describir el proceso
orgánico de descomposición de los seres vivos, como también para designar
acciones antiéticas cometidas con fines de enriquecimiento económico. Para
acotar este estudio tomamos algunos fragmentos de las obras citadas a fin de
ensayar un paralelismo entre ellos.
Motivaciones
económicas para el desplazamiento.
Una primera observación se refiere a que tanto Juan
Preciado (protagonista de la novela de Rulfo) en su viaje a Comala, como los
niños y adolescentes centroamericanos y mexicanos que emigran hacia los Estados
Unidos de Norteamérica, lo hacen por una necesidad económica. En el caso de
Juan Preciado, por mandato de su madre se dirige hacia el pueblo de ella con la
intención de reclamarle a su padre -a quien no conoce ni fue reconocido por él-
la parte de la herencia que le corresponde.
Los niños migrantes, designados “perdidos” por la
autora pierden su infancia y los derechos establecidos convencionalmente para su
edad, pero también se arriesgan a perder identidad, integridad física y hasta
la vida en ese peregrinar hacia un supuesto paraíso de bienestar material,
representado por los Estados Unidos. En sus países de origen viven en la
pobreza y la marginalidad, sufren violencia por parte de adultos e incluso de
sus pares, reclutados para integrar pandillas vinculadas al narcotráfico. Pero sucede,
en muchos casos, que en esa peregrinación encuentran la muerte y terminan como
NN en fosas comunes (el caso de Tamaulipas)[1] o
en algún punto del desierto de Arizona. Con un destino parecido, Juan Preciado llega a un pueblo de fantasmas, habitado
por antiguos vecinos ya muertos, adonde él mismo muere y resulta sepultado en
una tumba compartida con Dorotea.
Los protagonistas de ambas obras tienen un punto de
partida signado por la esperanza, pero los acecha un destino de fracaso y
muerte. Juan Preciado y su madre fueron expulsados por el señor feudal de
Comala, Pedro Páramo, dueño de un poder absoluto y acaparador de riquezas,
mientras que los niños perdidos son los excluidos del neoliberalismo que les
impide desarrollarse en sus lugares de origen, porque los estados no funcionan
para brindarles amparo y contención, son simples satélites del país más poderoso
que atrae y succiona a sus pobladores como una máquina destructiva.
Traductor/
traidor
En este ensayo buscamos elementos comunes en dos obras
de distinto género: una novela, ficción en la que abunda lo poético, y un
ensayo basado en la experiencia de su autora como empleada al servicio de un
organismo oficial estadounidense. En ambos casos hay un letrado que interpreta
la oralidad de personas del pueblo y producen textos literarios: se trata de la
traducción de un registro a otro con fines estéticos en un caso y de denuncia
para la toma de conciencia de una realidad social que podría modificarse en el
otro.
“El valor
estético de la obra de Rulfo se apuntala en la fuerza verosímil que produce la
escritura al hacernos sentir la oralidad en un aquí-ahora del contador de
historias. Este valor deviene también de la competencia discursiva con la cual,
a la vez que se redescubre la idiosincrasia de las comunidades rurales, nos
acerca a los universos de las culturas periféricas del mundo. La orfandad no es
solo material (la pobreza y la impotencia de hombres y mujeres del campo) sino
también y sobre todo espiritual-cultural.” [2]
El
autor de la cita precedente menciona la palabra orfandad: Juan Preciado es un
huérfano, ha perdido a su madre y nunca tuvo un padre verdadero, pero intenta
recuperar su herencia identitaria y material. Los niños migrantes de Luiselli también
son huérfanos aunque sus padres vivan, pero en muchos casos han perdido el
vínculo cotidiano y afectivo con ellos y viajan solos. Los que consiguen
atravesar todos los peligros llegan a Estados Unidos, pero necesitan un
reconocimiento legal para no ser deportados a sus países, y en este trámite se
encuentran con la autora, también inmigrante mexicana en aquella nación, a la
espera de su “Green card”, documento
de identidad para residentes permanentes que no poseen la nacionalidad estadounidense.
Ella trabaja como traductora oficial, y su tarea consiste en someter a cada
niño a un extenso cuestionario que luego será analizado para decidir si se les
otorga el status de inmigrantes legales. Es en ese carácter que en muchos casos
se verifica la “traición” que opera en su oficio, porque movida por la empatía
en muchos casos “acomoda” las respuestas de sus entrevistados con el fin de
favorecer su situación. Es un trabajo arduo que no implica solamente trasladar
palabras de un idioma a otro, sino interpretar gestos, silencios, sistemas de
pensamientos basados incluso en lenguas originarias de las regiones de donde
provienen los niños.
“Por lo tanto, sería erróneo reducir el ejercicio de
traducción a una mera transcripción o rendición fidedigna. En su ingenuidad,
los niños, cuyas familias han sido dislocadas y que carecen de educación, no
saben qué contestar, tienen miedo y desconfían. Luiselli ha de leer entre
líneas, en los intersticios que van dejando las preguntas y sus respuestas.
Reconoce la dificultad de plasmar las historias de los niños en un relato
coherente, no solo por su peso emocional, sino también porque la corta edad de
algunos y el trauma de todos hacen imposible la reconstrucción cronológica de
los hechos” [3]
Juan Rulfo traduce a su pueblo para ser leído
por un público culto, y parte de la crítica lo incluirá dentro del “boom
latinoamericano”; Luiselli lo hace con fines concretos exigidos por su labor de
traductora, pero en ambos casos hay un compromiso con su entorno y su tiempo. Los niños perdidos tienen también una
versión en forma de novela, Desierto
sonoro, basada en el viaje realizado por la autora y su familia desde Nueva
York a Arizona, en el que su pequeña hija inquiere sobre las vidas de esos
miles de niños que se desplazan y pregunta a su madre insistentemente sobre
cómo termina esa historia. Anteriormente mencionamos la empatía que Valeria
Luiselli aplica en su mirada del drama migratorio, porque es consciente de que
su condición personal es infinitamente más ventajosa, ya que se trata de alguien
de extracción social acomodada, cosmopolita, con estudios universitarios que
elige voluntariamente radicarse en los Estados Unidos para trabajar y hacer un
doctorado, y no empujada por una situación de apremiante necesidad como los
niños y adolescentes con los que trabaja en Nueva York en la Corte migratoria
de ese estado. Se manifiesta en ella una lucha interna entre la necesidad de
ser también aceptada legalmente por Estados Unidos para realizar su propósito y
la compasión por esos niños parias, impelidos a buscar un futuro mejor fuera de
sus hogares, aunque también algunos ya venían sin hogar desde el origen. En la
metáfora del techo roto se aúnan también las dos historias: como observa Jean
Franco, Juan Preciado busca asilo en la casa de Donis y su hermana, que viven
en aparente matrimonio. “Su casa tiene el techo roto –símbolo de la identidad
fragmentada, de la ruptura radical en la visión del mundo. Saben vagamente
que hay un camino que pasa por el techo
roto, pero no tienen idea de adónde pueda conducir: tampoco conocen la
dirección de los otros caminos” [4]
De este párrafo podríamos realizar una imagen
en espejo entre los habitantes de Comala y los niños migrantes: los primeros
viven en el encierro, bajo un techo roto pero imposibilitados de salir a los
caminos, a buscar otro destino. En cambio los niños perdidos no tienen techo, o
lo tienen precario, y su mejor opción es el camino, la peregrinación en pos de
un sueño de progreso. Unos y otros tienen sus vidas rotas por un sistema social
y político perverso. El que representa Pedro Páramo se ve amenazado por la
revolución mexicana; sin embargo el cacique entiende que le conviene negociar
con los revolucionarios para permanecer, y en cierta forma logra
neutralizarlos. Los niños de Luiselli carecen de toda posibilidad de enfrentar
el poder absoluto del capitalismo y se someten a él. En la novela de Rulfo, sin
embargo, triunfan las tradiciones del pueblo mexicano y trascienden la muerte.
En Los niños perdidos se cumple la
ley del más fuerte, llega hasta el final aquel que resiste y se sobrepone,
negocia con la guardia fronteriza, sobrevive y cuenta una historia digna de
atención por parte de los funcionarios de Migraciones.
La
búsqueda del Paraíso, la posibilidad del Infierno
La cultura latinoamericana es heredera del catolicismo
impuesto por la conquista española, y se mezcla con las creencias y ritos de
las diversas tradiciones originarias. Un rasgo común a toda religión es el afán
de trascendencia más allá de la muerte, evento al que especialmente en México
se le rinde culto: a diferencia de otras culturas hay una familiaridad con la
muerte, lo que habilita que se festeje una fecha luctuosa como es el Día de los
fieles difuntos, el 1° de noviembre. Pero Comala, el mundo de los muertos
creado por Juan Rulfo, parece ser más bien un limbo en el que las almas
deambulan, y “viven”, no parecen aspirar a un cielo católico destinado a los
buenos, en el que los pecadores como Miguel y Pedro Páramo, los hermanos
incestuosos y otros personajes no tendrían cabida: el cielo y el infierno
conviven en la eternidad.
Los niños peregrinos centroamericanos y mexicanos en
su camino hacia la meca capitalista no piensan en el más allá, y sin embargo
atraviesan toda clase de riesgos, inclusive la muerte. Pero su paraíso no es de
índole espiritual ni religiosa, sus sueños los llevan al ideal de una vida
mejor, con alimentación, vivienda y educación dignas. El infierno se presenta
también en forma pedestre: la reproducción de sus vidas y costumbres dejadas
atrás puede concretarse en un arrabal de Nueva York, y en él pueden ver
frustradas sus ilusiones.
“Ahora hay niños y adolescentes migrantes viviendo en Long Island, y la
crisis va a seguir y va a empeorar. Todo se va a ir a la mierda y nada va a
mejorar para nadie si todos esos niños y adolescentes se quedan aquí pero sin
integrarse a sus nuevas comunidades. Todos tienen que lidiar, además de con sus
situaciones migratorias inciertas, con los procesos de reunificación familiar,
con el hecho de que se vio interrumpida su educación, con que no saben inglés,
con los traumas abrumadores de sus experiencias pasadas y presentes” (Luiselli,
59 pdf)
En Pedro Páramo
casi no hay niños; sólo el episodio de Susana San Juan obligada por su padre a
descender a la profundidad de un socavón en una mina de oro, para buscar un
tesoro. Se trata de una escena violenta en cuanto a su significado: una niña
sometida a la humillación y al horror, porque allí se encuentra con un
esqueleto humano, pero la codicia del padre no repara en el trauma que eso le
ocasiona a Susana, quien años más tarde pierde la razón luego del asesinato de
su marido, y se sugiere que tiene una relación incestuosa con el padre. Esa
infancia remite a las infancias de los niños de Luiselli: niños vejados,
violentados, abusados, obligados a descender a los infiernos, arrojados a la
delincuencia y, fácil es de suponer, también a la locura.
“-¿Y
yo quién soy?
-Tú
eres mi hija. Mía. Hija de Bartolomé San Juan.
En
la mente de Susana San Juan comenzaron a caminar las ideas, primero lentamente,
luego se detuvieron, para después echar a correr de tal modo que no alcanzó
sino a decir:
-No
es cierto. No es cierto.
-Este
mundo que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños de nuestro
polvo
aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la tierra con nuestra
sangre. ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido el alma? Tu madre decía
que cuando menos nos queda la caridad de Dios. Y tú la niegas, Susana. ¿Por qué
me niegas a mí como tu padre? ¿Estás loca?
-¿No
lo sabías?
-¿Estás
loca?
-Claro
que sí, Bartolomé. ¿No lo sabías?” (Rulfo, 84-85)
Seres
para la muerte (Conclusión)
Volvemos a la frase incluida en el título de esta
monografía, surgida de una reflexión del filósofo alemán Martín Heidegger en su
libro Ser y tiempo. Parece una obviedad afirmar que
toda vida es un tránsito entre el nacimiento y la muerte. Sin embargo el
sentido de esta idea invita a pensar en el modo en que se lleva a cabo ese
tránsito. En su artículo, Jean Franco alude a la locución latina “memento
mori”, recuerda que morirás: “En el orden moral católico, el memento mori recordaba a los hombres y a
las mujeres el hecho de que eran seres-para-la-muerte y los obligaba así a
darse cuenta de los verdaderos valores”[5].
Esa moral católica no es la que triunfa en Comala: los “verdaderos valores” se
han desvirtuado, perdido, corrompido. Sin embargo, ese pueblo olvidado,
subdesarrollado y polvoriento, logra la gloria por medio de la literatura: es
Juan Rulfo quien le da trascendencia,
quien lo vuelve digno de memoria y eterno. Juan Preciado no consigue conocer a
su padre ni reclamar su herencia, pero queda para siempre como protagonista de
una historia narrada por muchas voces que dicen sus fragmentos en murmullos.
En cuanto a Los
niños perdidos, ostentan un destino de errancia que es condición humana,
desde los primeros pobladores que salieron de África para abarcar todos los
continentes a lo largo de milenios: movidos por circunstancias ingratas salen a
buscar la felicidad en esa constante tensión entre Eros y Thanatos. Y sus pobres
vidas de niños excluidos, surgidos de barriadas y pueblos de países
subdesarrollados, si logran sortear todos los obstáculos y peligros a los que
se exponen, también son rescatadas: ellos se expresan como pueden oralmente,
una traductora plasma sus dichos en documentos oficiales y luego escribe un
libro, o más, pero también incentiva a grupos militantes a trabajar por la dignidad de los inmigrantes y
porque el país más poderoso del mundo tenga algo de humanidad para brindar a
esos seres que desean nada menos que vivir.
Bibliografía
Juan Rulfo [1953] (1975) Pedro
Páramo y El llano en llamas. Barcelona. Planeta
Valeria Luiselli (2016) Los niños perdidos. Un ensayo en cuarenta
preguntas. Madrid: Sexto Piso
Franco, Jean, “El viaje
al país de los muertos”, en La narrativa de Juan Rulfo. Interpretaciones
críticas, Joseph Sommers (comp.), México, Sep-Setentas, 1974.
Logie, I. (2020). Los
niños perdidos, de Valeria Luiselli: el intérprete ante las vidas “dignas de
duelo”. IBEROAMERICANA. América Latina-España-Portugal, 20(75), 103-116. Ramos,
J. (2017). “Tierra Blanca. Los zapatos de Elvin (notas sobre el refugio)”.
Recial, 8(12). Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/recial/article/view/18614
Ramos, J. (2017).
“Tierra Blanca. Los zapatos de Elvin (notas sobre el refugio)”. Recial, 8(12).
Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/recial/article/view/18614
Otras
fuentes consultadas:
Jurado
F., (2011). Oralidad y orfandad en la escritura de Juan Rulfo. Enunciación 16
(2) 76-86 https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/view/3906
Universidad
Iberoamericana Ciudad de México, Dirección General del Medio Universitario,
Programa de DD HH. (2019) Autores varios: Violencia
y terror. Hallazgos sobre fosas clandestinas en México 2006-2017. http://www.cmdpdh.org/publicaciones-pdf/violencia-y-terror-hallazgos-sobre-fosas-clandestinas-en-mexico.pdf
[1]
http://www.cmdpdh.org/publicaciones-pdf/violencia-y-terror-hallazgos-sobre-fosas-clandestinas-en-mexico.pdf
[2]
Jurado
F., (2011). Oralidad y orfandad en la escritura de Juan Rulfo. Enunciación 16
(2) 76-86
[3] Logie, I. (2020). Los niños
perdidos, de Valeria Luiselli: el intérprete ante las vidas “dignas de duelo”.
IBEROAMERICANA. América Latina-España-Portugal, 20(75), Pág. 107
[4] Franco,
Jean, “El viaje al país de los muertos”, en La narrativa de Juan Rulfo. Interpretaciones
críticas, Joseph Sommers (comp.), México, Sep-Setentas, 1974. Pág. 871
[5] Franco, Jean. Op.Cit., Pág. 875
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