Las alas del deseo.
En el sueño teníamos la conversación que nunca fue, la que yo me merecía pero fuiste incapaz de abordar. Estábamos embalando las cosas que te llevarías en la mudanza porque nos separábamos y era el día en que te ibas. Me decías que estabas enamorado de otra mujer y eso me desgarraba, pero yo comprendía. Hasta podía ver una expresión feliz en tu cara, y aunque me dolía, lo aceptaba. Por supuesto, como en todos los sueños, la casa no era esta casa, era un ámbito distinto, extraño.
Luego yo salía afuera, a un espacio verde y soleado. Me encontraba con D.R., mi primer amigo del siglo XXI, a quien hace muchos años no veo (exactamente desde el 15 de julio de 2010 en la Plaza del Congreso, cuando se estaba por votar la ley de matrimonio igualitario) Lo veía venir en sentido contrario a mí, dentro de un parque enorme en el predio de una empresa, bronceado y con un floripondio en la cabeza. Yo lo reconocí primero y lo abordé, “¿D.R.? ¿Qué haces aquí? ¿Qué es eso que te pusiste en la cabeza? ¡Te mandé un montón de mensajes por Facebook y nunca me contestaste, desgraciado!” Él se reía y yo: “Dale, abrazame, si total ya somos sobrevivientes”, y nos abrazábamos, y era un instante de felicidad. Me contó que venía a buscar trabajo, o que ya lo habían contratado y (como si fuera una gran suma) que iba a ganar $20.000… Íbamos a ser nuevamente compañeros de trabajo. Luego cada uno seguía su rumbo, yo iba en busca de un baño…
Al menos en el sueño se cerró una historia, yo cerré con mi deseo una historia que si fuera por vos habría quedado para siempre inconclusa. Pero también abrí la puerta a experiencias nuevas, a deseos nuevos, a nuevos personajes que llegarán.
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