Hubo una especie de concurso, consistía en responder una "trivia" acerca de Manuel Puig. Nada sobre su maravillosa obra, tres tonterías biográficas que se podían guglear. El premio consistía en asistir a la presentación de un número de la revista Caras y Caretas íntegramente dedicado al escritor. Participé y fui una de las designadas para el evento. Hice todo lo posible para ir, pero en mis condiciones actuales de salud resultaba una movida muy dificultosa, onerosa y contraproducente, por lo que avisé a los organizadores para que le dieran mi lugar a otra persona.
La presentación fue transmitida por streaming y así la vi, y luego me felicité por no haber ido. Había una mesa de “notables” (omito los nombres), un escritor amigo de Puig, una estudiosa de su obra y un incalificable autodesignado poeta, “loca” orgullosísima, reina de no sé qué carnaval, cuya cucarda más importante es haber sido amigo de Alejandra Pizarnik (que no está para desmentirlo), y también, supuestamente y por su condición de gay, amigo del escritor. Todos conducidos por una moderadora que pudo controlar y neutralizar las ansias autorreferenciales de “la loca” y su afán de acaparar la atención con el “yo-yo” permanente. Era una conversación en la cocina de la casa de alguno de los participantes, salvo por las intervenciones de la crítica que conoce la obra de Puig y contó algunas cosas interesantes. También participaron otros escritores, un importante periodista, un director o productor teatral que estuvieron razonablemente discretos. Al final, un hermano suyo, por supuesto, el más auténtico y creíble de todos los participantes.
También pasaron
algunos tramos de películas basadas en la obra del autor, y de entrevistas
periodísticas. Yo veía en la pantalla esa cara de sonrisa tímida, ese hablar
medio ceceoso, esos ojos hermosos de mirada franca, ese aire de humildad
provinciana de Manuel Puig y pensaba, ¿qué diría de este supuesto homenaje
que le hacen, una exposición de pobres vanidades? Me quedo con tu obra, Manuel,
la mejor manera de honrarte es leerla y analizarla. Tu grandeza no necesita de
homenajes superfluos.