17/06/2013
“Hay un temblor en la melena
De juncos despeinados junto
al río”
R.F.A.
La lancha arrancó tan velozmente que no pude
asomarme a saludarte, y fue mejor, porque cuando te dejo allí, parada en el
muelle con tu sonrisa y agitando la mano, siento mucha tristeza. Ahora que lo
escribo se me llenan los ojos de lágrimas, aunque sepa que estás feliz viviendo
en la isla, con tus amores, y tu trabajo en constante contacto con la
naturaleza. Las despedidas siempre son tristes porque abren el paréntesis de
una incógnita: “¿Nos volveremos a ver?” Y sí, en breve nos vemos nuevamente, nunca
pasa un mes sin que nos reencontremos. Pero esa imagen tuya, solita en el
muelle, al atardecer, la estela de la “Interisleña”, el marco de la alta
arboleda, el ruido del agua que al golpear las orillas agita los juncos, el
motor roncando, todo me machuca el corazón y es como si fueras otra vez mi nena y te
abandonara en un paraje hostil y te quedaras sola, a merced de fuerzas
amenazantes.